AzRaEl

Aquel gato de mirada hipnótica y dientes puntiagudos solía sentarse en un rincón, mientras que el resto de congéneres se mezclaban entre la gente esperando las sobras de sus almuerzos. Desde su oscuro rincón podía observar como entraban y salían las personas que, por unas horas, buscaban aparcar sus problemas en aquel acogedor café francés. A pesar de observar desde la penumbra, siempre había alguién que, intrigado por sus brillantes ojos, se acercaba con un poco de comida y le dedicaba una caricia en su desnutrido lomo. Un día, una joven sonrisa se encaprichó de ese gato tan tranquilo que la miraba desde la esquina; y lo conquistó con un mendrugo de pan. Cuando llegó a su nuevo hogar quedó impresionado: Un amplio jardín, un plato de comida siempre que le apeteciera, e incluso un nombre... Pasaron los días y las semanas, y pronto aborreció el jardín, incluso aquel almendro de flores rosadas al que tantas veces trepó para mirar más allá del jardín; también dejó de reaccionar a la llamada del nombre que le pusieron y que nunca llegó a aprender. Poco tiempo después también se olvidó de la comida y volvió a ser aquel gato hecho de piel y huesos que se sentaba a meterse en la piel de todos aquellos que podían vivir como él jamás podría en su pellejo felino. Un día, el gato desapareció de la casa y no se volvió a saber de él ni en la casa ni en su antiguo rincón oscuro. FIN. Moraleja: los gatos no tienen sentido de la orientación... Bueno, en realidad tiene moralejas más serias, pero prefiero dejarlo a libre interpretación; además, no quiero alargarme más. Tú me has dedicado un post, y yo te dedico un cuento, pero no intentes identificar a los personajes con personajes reales, sólo es un cuento. ¿Alguna vez te habían hecho un comentario tan largo?

Se me olvidaba decir que hay un final alternativo. Todos los interesados que hagan un ingreso en el banco a mi nombre...

El gato que dejó de lado ser gato para ser mascota y que volvió a reencontrarse a sí mismo...